lunes, 21 de junio de 2010

Por su mente vagaban tiempos de galerías llenas de juegos improvisados e inocentes, de cantos y aromas de casa. Aquellos paisajes del este que se le grabaron en las pupilas; el arrollo, el ferrocarril y el mate sobre la mesa.
No lograba concebir la idea de que la vida se le iba escapando, junto con su juventud.
Había caminado ya muchas décadas, diferentes provincias, casas y familias.
Tenía apilados varios títulos de vida… Hija, hermana, esposa, madre, abuela, amiga.
Extraña incansablemente a su compañero de camino. Añora la tibieza de sus manos, el mar de sus ojos, la serenidad de su hablar.. Ha llorado hasta en sus propios sueños.
Ya no se pregunta el porque, aunque sigue esperándolo.
Los días se le hicieron años que pasaron, y sin quererlo se abrazó con fuerza a sus recuerdos para no derrumbarse.
Hoy sabe que él no está, que si cae en la vida tendrá que levantarse por sí misma y tiene miedo.
Sus hijos crecieron y necesitaron soltarse de su mano para poder volar. Con sus partidas el nido le quedó vacío y se ahondó aún más su soledad.
Siente que las paredes retienen el griterío de ayer. Le parece ver los juguetes desparramados y las mochilas apiladas y éstos se esfuman en cuanto fija la mirada.

Sé que canta para ahuyentar al silencio, que evade algunas conversasiones. Se siente atemorizada por salir al camino otra vez.
Ahora los años le pesan y su camino es algo incierto.

Pero si supiera que lo que más amo es su sonrisa, que daría la vida por cumplir sus sueños, que rezo todas las noches por ella, le sería más fácil escaparse de las fotos para volver amar.

M.A.L

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